LA PICANTERÍA AREQUIPEÑA DECLARADA PATRIMONIO CULTURAL DE LA NACIÓN

El Ministerio de Cultura declaró como Patrimonio Cultural de la Nación a la Picantería Arequipeña, por ser un espacio de interacción entre ciudadanos de diversas clases sociales, y donde destaca la preparación de comidas y bebidas típicas de esta región, con rasgos heredados de la época prehispánica y cuya consolidación se dio durante la Colonia y en la República.

La Resolución Viceministerial Nº 033-2014-VMPCIC-MC de 16/04/2014, que atiende la solicitud formulada por la Sociedad Picantera de Arequipa, destaca que el origen de la Picantería Arequipeña se remonta a los locales de expendio de bebidas, principalmente de chicha de maíz, existentes desde inicios de la Colonia y que a su vez heredaron su carácter integrador de los llamados qatus, espacios prehispánicos de intercambio y consumo de alimentos.

En diversas crónicas históricas del siglo XVI se les menciona como pequeños comercios de expendio de chicha y otros licores llamados simplemente 'rancherías' o 'tabernas', que se concentraban principalmente en las zonas periféricas de la ciudad y en espacios rurales.

En 1575 el virrey Toledo buscó la regulación de estos comercios obligándolos a ofrecer también platillos para acompañar la ingesta de la chicha; con el tiempo la asociación entre la chicha y la comida se afianzó en estos espacios que pasaron a llamarse “chicherías”. Entre los siglos XIX y XX el consumo de los diferentes platillos tradicionales pasó a ser la principal actividad por lo que el apelativo de estos locales cambió de “chichería” a “picantería”.

Actualmente las picanterías arequipeñas poseen un conjunto de rasgos característicos que las diferencia de cualquier otro espacio de preparación de alimentos, entre ellos, la oferta de chicha de guiñapo; la secuencia de platillos a servir durante los almuerzos de la semana; los llamados “picantes”, preparados a base de ají, que se sirven a cualquier hora, esaltando, los “dobles”, “triples” y “americanos”; el uso de cocina a leña y del batán de piedra; el que se accede sin ninguna restricción, constituyendo espacios públicos de intercambio cultural y encuentro entre pobladores de diversas clase sociales; el que en ellas, además de la comida, se vigorizan expresiones representativas como el yaraví, la pampeña, el vals y la marinera.